Él me espera con los brazos abiertos para acogerme,
A veces me enfado, monto en cólera y pongo mala cara. Lloro y estoy hecho polvo. ¿Me siento mal, como fuera de mí! De golpe, - lo recuerdo-, una sonrisa o una palabra, lo cambia todo.
Me precipito en los brazos de mi padre o de mi madre, o de un amigo (a), y siento que me invade una ola de calor, me entran las ganas de reír, de gritar de alegría. ¡La vida es tan bonita cuando uno se siente querido!
Jesús me dices que con Dios pasa lo mismo.
aunque yo me haya alejado de Él...
Gracias por darnos esta buena y grana noticia.
Tú, Señor, conoces
todos mis secretos y mis flaquezas
y, a pesar de ello, día tras día,
nunca dejas de confiar en mí.
Ten siempre tu puerta bien abierta.
Ten siempre abiertos tus brazos.
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