ESTRELLA DE NAVIDAD
La noche en que nació Jesús, en un pesebre de Belén, todos los pastores de la zona acudieron a hacer regalos. Unos llevaban ovejas para que su lana pudiera abrigarle. Otros, leña para mantener vivo el fuego que alumbraba y calentaba el pesebre. Y otros pastores, llevaban flores y hojas de árboles para adornar el portal.
Pero había una pastorcita que era muy pobre y no tenía nada que llevar. Le daba tanta pena no poder ofrecer al Niño nada... que decidió no acudir. Apoyándose en el pozo que había en su casa comenzó a llorar... Pero, de repente, vió una estrella muy brillante en el fondo del pozo. Era el reflejo de una estrella que alumbraba con fuerza el cielo.
La pastorcita no se lo pensó: tiró un cubo al pozo y recogió el reflejo de la estrella... lo recogió y pensó que sería un regalo muy especial.
Se puso en camino hacia el portal. De vez en cuando, la miraba y allí, en su cubo, continuaba. Caminaba cada vez más deprisa para no perder su estrella pero cuando se la quiso mostrar al Niño... la estrella ya no estaba. El tejado del pesebre tapaba el cielo y la estrella ya no se reflejaba. Sin embargo, el Niño Dios sonrió.
La pastorcita, muy apenada, se puso a llorar pero una de sus lágrimas comenzó a brillar con mucha fuerza. Esa lágrima se elevó hasta lo más alto del cielo y se convirtió en la estrella más brillante de todas.
Gracias a esa estrella, el resto de los habitantes supieron encontrar el lugar donde el Niño Jesús acaba de nacer.
Arantza Mieza
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