(Un pelín adaptada)
El dedo PULGAR es el más cercano a ti. Empieza orando por los que
están más cerca de ti. Son las personas más fáciles de recordar y, en cierta
manera, es una obligación para nosotros acordarnos de los seres queridos.
El siguiente dedo es el INDICE. Indica el camino. Nos acordamos
de quienes nos guían, nos enseñan y nos sanan. Rezamos por los profesores, los
médicos, los sacerdotes… Necesitan apoyo y sabiduría para guiar bien a los demás.
Los tenemos siempre presentes en nuestra oración.
El tercer dedo es el más alto, el
CORAZÓN. Nos recuerda a nuestros
líderes. Recordamos a todos los que mueven los hilos del mundo y tienen
responsabilidad ante la sociedad. Los líderes políticos, los empresarios, las
personas que construyen el pensamiento de las personas e influyen con sus opiniones.
Para ellos pedimos también la ayuda de Dios.
El cuarto dedo es el dedo ANULAR; aunque no lo parezca, es el más
débil. Nos recuerda que en nuestra oración también deben entrar los más
débiles, los pobres, los enfermos, los que andan con problemas graves. También
es el dedo en que ponemos el anillo. Nos acordamos de todos los matrimonios y
familias, sobre todo, por aquellas que están pasando especiales dificultades.
Y, por último, nos encontramos
con el dedo más pequeño: el dedo MEÑIQUE.
Es el que nos representa a nosotros. Nos colocamos los últimos, pero también
tenemos que rezar por nosotros. Nos sentimos pequeños ante Dios y también
necesitamos su ayuda. A la vez, nos sentimos colaboradores de Dios en su
empresa de hacer el bien a los hombres y mujeres del mundo.
Lo
mismo que una mano necesita de todos los dedos, una oración estará bien hecha si
en ella están presentes todos los seres humanos (todos son hijos de Dios) y nos
compromete a hacer lo que podamos para ser buenos seguidores de Jesús. Por
último, ponemos nuestras manos a disposición de Dios Padre para que, junto con
nosotros, siga construyendo el Reino
de Dios.
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